Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7
EL MESIAS, REY Y SACERDOTE
Él debe reinar hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies (1 Co 15, 25).
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso, levantará la cabeza.
Ant. Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén. Aleluya.
Ant. 2. Vendrá nuestro Rey, Cristo, el Señor: el cordero de quien Juan anunció la venida.
Salmo 113 A
ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO
Reconoced que también vosotros, los que renunciasteis al mundo, habéis salido de Egipto (S. Agustín).
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Ant. Vendrá nuestro Rey, Cristo, el Señor: el cordero de quien Juan anunció la venida.
Ant. 3. Llego enseguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno según sus propias obras.
El cántico siguiente se dice con Aleluya, tal como está aquí, solamente cuando el Oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Cántico Cf. Ap 19, 1-7
LAS BODAS DEL CORDERO
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya.)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya.)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Ant. Llego enseguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno según sus propias obras.
LECTURA BREVE Flp 4, 4-5
Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.
RESPONSORIO BREVE
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. Aleluya.
MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. Aleluya.
PRECES
Oremos a Jesucristo, nuestro redentor, que es camino, verdad y vida de los hombres, y digámosle:
Ven, Señor, y quédate con nosotros.
Jesús, Hijo del Altísimo, anunciado por el ángel Gabriel a María Virgen,
— ven a reinar para siempre sobre tu pueblo.
Santo de Dios, ante cuya venida el Precursor saltó de gozo en el seno de Isabel,
— ven y alegra al mundo con la gracia de la salvación.
Jesús, Salvador, cuyo nombre el ángel reveló a José,
— ven a salvar al pueblo de sus pecados.
Luz del mundo, a quien esperaban Simeón y todos los justos,
— ven a consolar a tu pueblo.
Sol naciente, de quien Zacarías profetizó que nos visitaría de lo alto,
— ven a iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Pidamos ahora con gran confianza la venida del reino de Dios, con las palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
ORACIÓN
Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.